Han pasado ya seis meses. Sentados, en la silla del Registro de Alicante, nerviosos, mirando el reloj. Era casi la hora de cierre y nos preguntábamos si nuestro número saldría en la pantalla luminosa antes de que los funcionarios decidieran cerrar las puertas. Y así fue... aquel 26 de noviembre de 2007, una persona del registro selló con tinta azul la que sería el comienzo de una gran aventura.
Había leído mucho, había recogido muchísima información sobre este paso tan importante en nuestras vidas. Era una decisión muy meditada, muy digerida, madura. Pero nunca fui consciente de lo que realmente me esperaba.
Este "embarazo del alma" se comparte con muy poca gente; nunca sabes lo larga que será la espera y pocas personas son capaces de sentir cómo te sientes. El otro día leía en el blog de una amiga que cuando una persona está embarazada existe un protocolo de preguntas establecidas que siempre se repiten, pero que en nuestra espera nos cansamos de escuchar "¿cómo va lo vuestro?" ¿Lo vuestro? ¡Vamos a tener un hijo! ¿Nadie nota cómo me crece dentro este ser?
Pero esta vida nunca deja de sorprendernos. La semana pasada, cuando mis ojos brillaban porque la idoneidad había llegado a nuestras vidas, una persona hasta ese momento prácticamente desconocida para mí, se acercó a mí y con un "felicidades mamá" me entregó una bolsita que contenía el que sería ¡el primer regalo para mi peque!
Creo que no hace falta que os cuente cómo la emoción se me escapaba por la piel. No hace falta que os cuente cómo las lágrimas invadían mis ojos, emocionadas hasta la médula.
Así que hoy quiero darle las gracias. Muchas gracias, Belén, porque te aseguro que me hiciste sentir extremadamente especial, única, muy grande y muy emocionada.
Y aquí os dejo una muestra... ¡no me digáis que no es una monada! Es...
¡el primer regalo de mi peque!