Quizás ayer pasamos Consejo. Quizás ya en nuestro expediente como futuros padres adoptivos ya pone IDÓNEOS junto a nuestros nombres… o quizás no. No lo sabremos hasta pasado un tiempo, pero esta noche he vuelto a soñar con el día de la asignación… ¿tan obsesionada estoy sin tener ni siquiera el CI? Diossssss, no quiero ni pensar qué ocurrirá si tengo la suerte de vivir algún día… ese momento en que sabes que tu expediente ha sido revisado o el día en que has sido asignado.
La semana pasada soñé que era una niña. Soñé con la entrega, pude olerla, abrazarla… mientras ella se dejaba caer en mis brazos como una muñeca. Tenía la tez algo oscura, poco pelo y unos preciosos ojos de media luna. Sus labios eran muy finos, perfilados. Recuerdo que la senté en un carrito, me senté frente a ella… y no pude evitar abalanzarme sobre ella para cogerla. Me senté en un sofá y, mientras sentía su corazón palpitar junto al mío, me puse a llorar. Su padre, mirándome desde enfrente, no dejaba de disparar flashes con nuestra cámara de fotos, pretendiendo inmortalizar un momento único, extremadamente especial para ambos. Recuerdo que tuve su expediente en chino frente a mí, con una traducción al inglés en el que ponía que se llamaba SIETHE… ¿¿?? No sé por qué ese nombre… ni sé qué significado puede tener en cualquier idioma del mundo.
Esta noche te he vuelto a soñar. De nuevo una niña. Esta vez era más pequeña y todavía no caminaba. Tenía las piernas débiles. Estábamos en un hotel y recuerdo cómo me la entregaban. Lloraba… lloraba mucho… y yo junto a ella. Recuerdo la habitación del hotel, lo que había a mi alrededor… recuerdo que la miraba y la miraba y no podía dejar de hacerlo. ¿Cómo hacerlo después de haber soñado con ese momento tantas y tantas veces? Se llamaba SORAYA… ¡vaya nombre más español!
No sé por qué lo sueño. No sé si ante mi aparente tranquilidad mi alma no deja de soñar, de esperar… de imaginar. No sé si es el miedo a una no idoneidad, aunque nos dijeran que “no habría ningún problema para que no fuéramos idóneos”. No lo sé… la cuestión es que sueño con ella (digo ella porque ha sido niña en ambos sueños), que puedo acariciarla, que puedo olerla…
La semana pasada soñé que era una niña. Soñé con la entrega, pude olerla, abrazarla… mientras ella se dejaba caer en mis brazos como una muñeca. Tenía la tez algo oscura, poco pelo y unos preciosos ojos de media luna. Sus labios eran muy finos, perfilados. Recuerdo que la senté en un carrito, me senté frente a ella… y no pude evitar abalanzarme sobre ella para cogerla. Me senté en un sofá y, mientras sentía su corazón palpitar junto al mío, me puse a llorar. Su padre, mirándome desde enfrente, no dejaba de disparar flashes con nuestra cámara de fotos, pretendiendo inmortalizar un momento único, extremadamente especial para ambos. Recuerdo que tuve su expediente en chino frente a mí, con una traducción al inglés en el que ponía que se llamaba SIETHE… ¿¿?? No sé por qué ese nombre… ni sé qué significado puede tener en cualquier idioma del mundo.
Esta noche te he vuelto a soñar. De nuevo una niña. Esta vez era más pequeña y todavía no caminaba. Tenía las piernas débiles. Estábamos en un hotel y recuerdo cómo me la entregaban. Lloraba… lloraba mucho… y yo junto a ella. Recuerdo la habitación del hotel, lo que había a mi alrededor… recuerdo que la miraba y la miraba y no podía dejar de hacerlo. ¿Cómo hacerlo después de haber soñado con ese momento tantas y tantas veces? Se llamaba SORAYA… ¡vaya nombre más español!
No sé por qué lo sueño. No sé si ante mi aparente tranquilidad mi alma no deja de soñar, de esperar… de imaginar. No sé si es el miedo a una no idoneidad, aunque nos dijeran que “no habría ningún problema para que no fuéramos idóneos”. No lo sé… la cuestión es que sueño con ella (digo ella porque ha sido niña en ambos sueños), que puedo acariciarla, que puedo olerla…