Siempre leo y escucho con expectación y curiosidad los comentarios que hace la gente sobre la adopción. La verdad es que, al principio, los comentarios me dolían; no sé si porque yo no era suficientemente consciente de lo que me iba a ir encontrando o porque únicamente son las personas más allegadas y cercanas a mí quienes saben el proceso que hemos iniciado.
Ayer me encontré a la madre de una amiga por la calle. Estuvimos charlando un rato y, aprovechando que llevaba a su nieto en brazos y que, las madres son así, me preguntó cuándo me animaría a ser madre. Yo, sin dudarlo, le comenté: “nuestro primer hijo tardará en llegar porque será adoptado”. ¡Teníais que haber visto su cara! Pero lo mejor no fue su cara, sino su comentario el cual no tiene desperdicio alguno: “¿Cómo vas a querer a un hijo de otro?”
La verdad es que se me ocurrieron muchas respuestas… ¿cómo quieres tú a tu nieto si es el hijo de otro? ¿Quieres a tus sobrinos? ¿A los hijos de tus amigos? Miles de preguntas me rondaron en escasos segundos y, a pesar de que soy una persona que no suele callar lo que piensa, sonreí y cambié de tema. A buen entendedor, pocas palabras bastan. Así fue, y me quedé tan pancha. ¿Desinformación? ¿Falta de interés? ¿Desconocimiento? ¿Incultura? Llamémoslo como queramos. Pero no dolió, creo que he asumido que encontraré a muchas pero que muchas personas en este camino con opiniones parecidas.
De vuelta a casa sólo una cosa rondaba mi mente: ¿qué ocurrirá cuándo me la vuelva a cruzar, con mi peque en los brazos, con ojitos de media luna? Volví a sonreír… no pude evitarlo
Ayer me encontré a la madre de una amiga por la calle. Estuvimos charlando un rato y, aprovechando que llevaba a su nieto en brazos y que, las madres son así, me preguntó cuándo me animaría a ser madre. Yo, sin dudarlo, le comenté: “nuestro primer hijo tardará en llegar porque será adoptado”. ¡Teníais que haber visto su cara! Pero lo mejor no fue su cara, sino su comentario el cual no tiene desperdicio alguno: “¿Cómo vas a querer a un hijo de otro?”
La verdad es que se me ocurrieron muchas respuestas… ¿cómo quieres tú a tu nieto si es el hijo de otro? ¿Quieres a tus sobrinos? ¿A los hijos de tus amigos? Miles de preguntas me rondaron en escasos segundos y, a pesar de que soy una persona que no suele callar lo que piensa, sonreí y cambié de tema. A buen entendedor, pocas palabras bastan. Así fue, y me quedé tan pancha. ¿Desinformación? ¿Falta de interés? ¿Desconocimiento? ¿Incultura? Llamémoslo como queramos. Pero no dolió, creo que he asumido que encontraré a muchas pero que muchas personas en este camino con opiniones parecidas.
De vuelta a casa sólo una cosa rondaba mi mente: ¿qué ocurrirá cuándo me la vuelva a cruzar, con mi peque en los brazos, con ojitos de media luna? Volví a sonreír… no pude evitarlo