Me desperté llorando de madrugada. Tenía el corazón encogido pero emocionado. Eran las 3 de la mañana de la última noche completa de 2013. Estaba cerca de la estación del tren rodeada de muchísima gente. Allí, delante de todos nosotros, estaban todos los niños que iban a ser asignados. No sabía qué me deparaba este hilo rojo caprichoso que se enreda y se enreda cada día más. Yo me mordía las uñas porque parecía una especie de selección de padres. Presentaban a cada niño y nombraban el nombre de la familia que debía hacerse cargo de él.
Presentaron un niño con rasgos orientales que tenía 2 años. Llevaba una camiseta amarilla y unos pantalones azules. El pelo era corto y denso. Tenía un balón negro y blanco en las manos. Unos preciosos ojos negros almendrados y unos labios finitos y resecos. El niño permanecía inmóvil mientras lo presentaban. Nada más terminar con él pronunciaron mi nombre. No, no me desmayé... pero empecé a llorar y me temblaban las manos. Me acerqué a por aquella hermosa criatura y las manos me temblaban. Estaba sola. Mi marido estaba trabajando y además ajeno a la situación que yo estaba viviendo.
Temblorosa cogí la mano del pequeño y empezamos a alejarnos de la multitud. Ni su padre, ni la familia ni ninguno de nuestros amigos sabían que yo estaba viviendo ese momento. El niño me miraba, me enseñó su balón y salió corriendo a jugar con otros niños. Yo le seguía el paso y caminaba a su lado sin dejar de llorar emocionada. Mil momentos se me pasaban por la cabeza. Tenía que avisar a su padre... ¡que iba a llegar a casa siendo uno más!
Cogí el móvil sin perder de vista al pequeñajo. No era capaz de marcar ningún número. No era capaz ni siquiera de sostener el teléfono con las manos. Iba a llamar a su padre y... ¿a quién llamaría justo después? Repasé la lista de todas aquella personas que en ese momento entenderían cómo me sentía. ¿Alguien me cogería el teléfono? Estaba nerviosa... muy nerviosa... y no podía dejar de llorar.
Y justo en ese momento y con esas sensaciones y emociones me desperté. Era tan real que me sentía extraña. Un peque en casa... un peque en casa... ¿Ahora?
Ha sido un emocionante y precioso sueño para dar por finalizado este 2013. Mis mejores deseos para este 2014 a todos vosotros.