La vida no se mide por las veces que respiras, sino por las veces que te quedas sin respiración. Así dice aproximadamente pero mucho mejor sonante una frase inglesa que adoro. Y eso es precisamente lo que me acaba de pasar.
Llegaba a casa tras una jornada de trabajo, cansada, con sed, con hambre, con mucho calor... pero con las fuerzas suficientes como para abrir el buzón. Muchas cartas pero al revisarlas una hace que me pase precisamente eso, ¡que me quede sin respiración!
Y es que no hay nada como ser adoptante para que esto te pase más veces de las que esperas o de las que imaginas. Era una carta de mi querida amiga Bea y familia, desde Etiopía, con un mensaje precioso. Y como una imagen vale más que mil palabras, aquí tenéis la muestra:
Y entonces, con los pelos de punta y todavía emocionada, he mirado atrás y me he dado cuenta de que desde el día en que empezamos este largo y tortuoso camino han sido muchísimos esos momentos en los que me he quedado sin respiración. Y hoy, porque todavía me tiemblan un poco las manos emocionadas, voy a recordar unos cuantos:
El primer regalo que recibimos en este camino, además de miles de amigos cibernéticos, fue un precioso cuento nada más recibir la idoneidad, que llegaba de mano de unos amigos adoptantes. Sólo la familias adoptantes saben lo que significa para nosotros conseguir un certificado de idoneidad y saber que tu camino hacia la maternidad ES POSIBLE.
Poco después, de mano de una gran amiga, llegaban unos pequeños detalles conmovedores: unas pequeñas perchitas y un mordedor.
En un aniversario de boda, cuando nadie recuerda qué día te casaste más que tú, otros amigos de andaduras nos regalaron este detallito:
Pocas son las personas cercanas que se acuerdan que llevas embarazada mucho tiempo, pero haberlos, los hay. Una compañera de viaje se marchó a Nueva York y no olvidó que de China vendrá algún día nuestro hijo y nos trajo este precioso detalle:
Y cómo no... tía y abuela también tuvieron su momento de recuerdos. La futura tía nos unió rápidamente a nuestro pequeñ@ con un precioso hilo rojo y la abuela, al ver la mariquita, no pudo resistirse con un pijama:
En Navidad... sus tías adoptantes cibernéticas también se acuerdan de nuestro embarazo y durante dos Navidades seguidas nos enviaron estos detalles:
¡Pero no todos los regalos son materiales ni mucho menos! Aquí van otros tantos que también me dejaron SIN RESPIRACIÓN:
La primera felicitación de Navidad de Valeria, emocionante.
Las fotos de los pequeños de todas las razas y de diferentes puntos de la geografía leyendo ESPERÁNDOTE. No sabéis las veces que he imaginado el día que pueda leerlo a nuestro hij@.
El momento en que mi vida se cruzó con Maria José Lacomba, ilustradora de mis palabras en ESPERÁNDOTE. El hilo rojo existe (y el verde, y el de chocolate...)
El día de mi santo mi tocaya Silvia puso la sonrisa a mi día regalándome un precioso vídeo de su hija
contando ESPERÁNDOTE; sus palabras, sus gestos, la emoción de su voz.
Ese momento en que un adulto adoptado, mi querida Iolanda, lee ESPERÁNDOTE y sus ojos se llenan de lágrimas.
Ese día en el que, de camino a casa, en el coche, suena el móvil y una gran amiga te llama para que escuches como su sobrina, venida de China, tararea una canción. Todavía se me ponen los pelos de punta al recordarla.
¿Y qué me decís de los deseos tan preciosos que llegan a nuestros buzones para crear la que algún día será la colcha que arrope los sueños de nuestros pequeños o no tan pequeños? ¡Sí, sí! ¡Los retalitos para la colcha de los deseos!
Han sido MUCHOS, MUCHÍSIMOS esos momentos en los que me habéis dejado sin respiración. Muchas gracias a todos los que habéis hecho posible que la emoción, aún en esta larga espera, siga llenando mi vida.
PD. Y hoy me pregunto; si el camino elegido para mi maternidad hubiera sido el biológico... ¿hubiera encontrado todo esto en mi camino? Yo creo que no.