jueves, 29 de septiembre de 2016

Niños perdidos

Durante unos días he estado escuchando en la radio comentarios sobre lo humano que es Rafa Nadal porque ha detenido un partido debido a una niña perdida entre el público. Y la verdad es que a pesar de no haber visto el vídeo, era consciente de que tenía un bonito final. 

Y, mientras imaginaba las imágenes del momento, recordaba mi tiempo gestionando una unidad de niños perdidos en un parque temático. Durante varios años, UNA ÚNICA VEZ unos padres, llorando desconsolados, abrazaron a su hija al reencontrarse. El resto de momentos, y fueron muchísimos niños, fueron realmente desconcertantes: nunca sabía si vendría un tortazo, un cachete en cualquier parte del cuerpo, una tirada de pelo o un empujón. A veces los niños se perdían, algunos sin llorar, otros llorando... y yo, mientras tanto, sólo me preguntaba qué ocurriría cuando sus padres llegaran. 

Me ha encantado la noticia sencillamente porque me ha llevado a unos recuerdos que ya había almacenado en algún lugar dentro de mi. He vuelto a pensar como tantas veces antaño qué es lo que hace que unos padres agredan a sus hijos y otros les abracen. Antaño pensé que era sencillamente, frustración. Hoy, sin embargo, pienso que es ego. Perder a un menor implica que el adulto no está pendiente del pequeño. Imagino que la frustración y el ego, unidos, hacen que los reencuentros, en lugar de ser bellos, sean agresivos. 

Precioso momento de encuentro. Mamá e hija felices de reencontrarse. Gracias, Rafa Nadal, por ser consciente de la importancia del momento. 


jueves, 28 de julio de 2016

8 años de espera

Hoy, 28 de julio, hace 8 años que nuestro expediente de adopción se registró en China. Por aquel entonces no imaginábamos que la espera sería taaaaan larga. Si en lugar de decidirnos por presentar el expediente de adopción nos hubiéramos decidido por un embarazo,  hoy tendríamos un hijo de 7 años.  Este destino caprichoso,  que no deja nada al azar, está esperando a que hagamos un aprendizaje que todavía no hemos hecho. Algún día entenderemos por qué debimos esperar tanto. El hilo rojo sigue enredado... y nosotros al otro lado desenredando. 8 años menos que esperar. 8 años más cerca.