El primer encuentro tuvo lugar el día 18 de diciembre a las 17:00 horas. Quedaban 5 días para recogerle y queríamos empezar con la adaptación lo antes posibles así que, ¿para qué esperar más? La técnico de Consellería accedió a venir con nosotros por la tarde aunque no trabajen en ese horario porque tenía que estar presente en la primera visita. Tras valorarlo, decidieron que fuéramos nosotros solos a verle (sin las chicas) porque iba a ser demasiado shock inicial para el peque. Y creo que fue una decisión acertada.
A pesar de que el peque debió estar en una familia de acogida por lo pequeño que es, parece que cuando nació no había ninguna disponible así que creció en un centro rodeado de niños y cuidadores. Llegamos nerviosos y la técnico me decía: Creo que sigues en shock. ¡Pero como no voy a estarlo! 10 años hace desde la solicitud, mi vida ha dado un giro enorme y yo ya me había olvidado de esto. ¡Y tenemos 5 días para adaptar nuestras vidas! Creo que es normal estar en shock, ¿no?
El peque llegó en brazos de una cuidadora del centro y estuvo 15 minutos llorando a moco tendido con una carita de pena terrible. Entre las marcarillas, la técnico y nosotros creo que estaba en estado de shock. Tras esos interminables 15 min lo sentó en el suelo y nosotros nos sentamos también a jugar entre nosotros, sin mirarle. Y poco a poco se fue uniendo al juego. A los 30 min ya podíamos tocarlo y nos llamó la atención que estaba muy macizo. ¡Qué sensación más rara! ¡Nuestro hijo! Todavía no caminaba pero quería estar de pie en cualquier lugar. Así que nos dejó acercarnos y jugar con él. La cuidadora se salió de la sala pero se quedó a la vista y él se quedó tranquilo. Pasamos con él dos horas jugando. Me retiraba la mascarilla para mirarme la cara y sonreía. Cuando llegó el momento de despedirnos entré con él en brazos a la casa para dejarlo con la cuidadora y encontramos a su compañero de habitación en el pasillo. Tenía unos 2 años y medio y tenía una mini-coleta en la cabeza. Decía que si las chicas tenían coleta, él también quería. Estaba enfadado pegado a la pared poniendo morritos. Cuando llegamos a la sala y la cuidadora le puso los brazos a nuestro peque para que se fuera con ella, se giraba y le decía que no con la cabeza. No le habíamos visto decir que no en toda la tarde. Nos quedamos sorprendidos. Mi marido le tiraba los brazos para que se fuera con él y se iba. La técnico y la cuidadora se miraban y nos decían... "ya lo sabe. Sabe que sois sus papás". Un escalofrío extraño me recorría la espalda.
Fue una tarde muy extraña. Intensa. Incredulidad, miedo, emoción... miles de sensaciones diferentes se agolpaban dentro de mí. Los cuidadores y la técnico nos trataron de maravilla pero no dejas de estar en un centro desconocido, en un ambiente diferente en una situación que descoloca al más pintado. Fue muy estremecedor ver cómo los peques que llegaban del cole se pegaban a los cristales de la sala en la que estábamos y preguntaban quiénes éramos y por qué estábamos con nuestro hijo. Creo que no se me va a borrar la sensación nunca.
Llegué a casa con lágrimas en los ojos. Dolor de cabeza. Muchas ganas de acostarme a dormir. No sabía si lo que ocurría era real o un sueño. Había sido un día muy muy muy intenso en todos los sentidos. No pude cenar. Recuerdo que me senté en la cama y le dije a mi marido llorando: "¿crees que estamos tomando la decisión correcta? Y él me abrazó y me dijo que sí. Que no entendía por qué estaba tan tranquilo. Me dijo que quizás era un inconsciente pero que sentía paz dentro y que eso era una buena señal. ¡Menos mal! Si hubiéramos sido dos torbellinos de emociones no sé cómo hubiéramos acabado el día.
Y justo en ese momento empezó la cuenta atrás... Si la adaptación va bien... sólo 5 días para recogerte. Hoy informaremos a la familia del corazón... esa que lleva tantos años esperando con nosotros y de la que nos hemos desconectado totalmente en los últimos años.
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